Espectacular y salvaje belleza que el agua dibuja y ha ido creando unas veces en forma de cascadas, otras en forma de rápidos toboganes, de remansos, de  balsas o  repentinos giros  que el hombre modificó abriendo  túneles en la roca  para alinear la corriente y facilitar la salida de los troncos que, cortados y echados al río Cabriel en Quelasa, aquí se estacionaban estancados sin poder encontrar la salida e impacientando a los de Valencia y Denia que los esperaban en  Alcira o en Cullera.

Sin estos túneles  el geógrafo medieval Al—Idrisi  no podía haber dicho al describir la ruta árabe Córdoba—Cuenca—Zaragoza:

“De Cuenca a Quelaza, al oriente, 3 jornadas, de Quelasa a Santa María 3 jornadas, de Quelaza a Alpuente, la misma distancia.

Quelasa es un castillo inexpugnable fundado al otro lado de numerosas montañas donde crecen innumerables árboles de coníferas (pinos). Se cortan sus maderas y son conducidas por el agua y conducidas hasta Denia y Valencia. Estas maderas van por el río de Quelasa hacia Alcira y desde allí hasta el castillo de Cullera, donde las descargan al mar. Se las embarca y se llevan a Denia y allí se construyen grandes navíos y pequeños barcos. Los maderos gruesos se conducen a Valencia para la construcción de viviendas”.

 

El río de Quelasa, que no es otro que el Cabriel, compitiendo con su hermano el Guadalaviar ha sido desde tiempos de los árabes ininterrumpida ruta maderera hasta el Mediterráneo hasta principios del siglo XX.

Iniciada por los árabes, la siguieron y propiciaron los reyes de Valencia  que  contrataban con los de Castilla contantes suministros de madera.

Al amparo de estas maderadas que discurrían por el Guadalaviar y por el Cabriel  hasta Valencia, aparte de los famosos y arriesgados gancheros y de las célebres “bonacheras” del Cabriel que suministraban alimentos y algo más a los porteadores, nacieron también cuadrillas de asaltantes y piratas que secuestraban, retenían o robaban la madera que desde el Cabriel entraba en el Júcar.

Claro ejemplo de este fenómeno lo tenemos en este documento —no es el único— del Archivo Corona de Aragón en el que Alfonso IV desde Játiva se dirige a su consejero y tesorero  Filipo de Boil para que intervenga ante los hombres de Chirel y de Cortes para que devuelvan o paguen la madera que era propia de Pascasio Pérez, vecino de Moya, y por Egidio Martínez, vecino de Requena.

Alfonsus..etc.. Dilecto Consiliario  et Thesaurario nostro Philippo de Boil,   salutem,  etc..Expositum  fuit nobis  per Paschasium Petri   vicinum de Moya  et Egidium Martini vicinum de Requena  quod homines locorum  de Cirell et de Cortes  ceperunt  iniuste  aliquos  fustes hominum praedictorum sine voluntate et licentia eorumdem  et nullam  de dictis fustibus, ut dicitur, velunt  eis reddere rationem  in ipsorum evidens dispendium arque dampnum. Quatenus ad ipsorum Paschasi et Egidii Martini  supplicationem humiliter  propterea nobis factam

 

vobis dicimus et mandamus quod si ita est praedictos fustes  iamdictos homines  exsolvere sine mora primius faciatis taliter  quod dictos  suplicantes  non opporteat coram nobis suam iterare querelam. Dat Xativae   V   idus Madii anno Domini  millessimo tricesimum secundo

 

Traducción: A.C.A. Reg. 454, fol. 26r

Alfonso..etc.. A nuestro querido consejero y tesorero, Filipo de Boil, salud. etc..

Se nos dio a conocer por Pascasio Pérez, vecino de Moya, y por Egidio Martínez, vecino de Requena,  que hombres de los lugares de Chirell y de Cortes tomaron injustamente algunos troncos de los hombres citados sin el consentimiento y permiso de ellos y , como se dice,  por ninguna razón quieren desprenderse de dichas maderas con evidente perjuicio y daño para ellos. Por tanto, ante la súplica  de estos, Pascasio y Egidio Martínez, humildemente hecha a Nos por esta causa os decimos y mandamos  que, si es así, hagáis que dichos hombres satisfagan dichas maderas sin tardanza y lo antes posible, de tal manera que no conviene que dichos suplicantes reiteren su

querella ante Nos. Fechado en Játiva el 11 de Mayo de 1332.

 

 

Pero, volviendo a Quelasa, primera construcción árabe en las tierras que actualmente forman la provincia de Cuenca, hay que decir que es la única fortaleza árabe que existe en las riberas del Cabriel, que es tanto como decir que este castillo ejercía el control de este  río desde su nacimiento hasta su desembocadura al Júcar en Confrentes; y que su ubicación mucho tendría que ver con las ricas maderas de la Serranía conquense y de las estribaciones de los Montes Universales, que comercializaba.

Recuperada la zona a los árabes (1219) el río siguió siendo ruta maderera hasta Alcira y Cullera: unas veces al servicio de los reyes de Valencia y otras por orden de los de Castilla que, embarcados los troncos en Cullera eran llevados a Algeciras para la Real Armada Española.

Los oriundos de la zona todavía recuerdan los “deslizaderos de madera al río”: El Ventorro en Salvacañete, las Rinconadas en Alcalá, Palancarejo en Boniches, Cristinas en Pajaroncillo.

La última maderada, que provenía de Zafrilla  en 1940, interrumpió su viaje en Alcala de la Vega. Tal vez el poco caudal del río propició la retirada.