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ALACENA

Muy poco se ha escrito sobre el castillo de Al-Qala y nada de Serreilla por autores conquenses

Publicado: 12/05/2018


 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




En los dominios de los Banu Zennun  Y  FUERA DE LAS MURALLAS DE CUENCA

Michel Muñoz y Santiago David Domíngue-Solera 

Este trabajo tiene como objetivo contextualizar una serie de yacimientos y edifi-cios en los que hemos intervenido en los últimos tres años: el yacimiento de “La Muela” de Noheda (Villar de Domingo García), la “Torre Barrachina” en Villar del Humo, el “Molino de Alcázar del Rey” y el yacimiento de “Las Coronillas” en Vi-llalba de la Sierra. Todos estos casos, sitos en la provincia de Cuenca, han resul-tado positivos en lo que se refiere a presencia de fases de ocupación islámica. En “La Muela” se practicaron una serie de sondeos con el fin de valorar arqueológicamente una propiedad privada en la que se venían haciendo una serie de reformas. No nos extenderemos mucho al respecto, puesto que el caso de “La Muela” ya ha sido objeto de publicación (Domínguez-Solera y Muñoz, 2012). Tanto en la “Torre Barrachina” como el “Molino de Alcázar del Rey” se ha intervenido con metodología de Arqueología de la Arquitectura, siendo nuestros estudios destinados a la redacción de sus respectivos proyectos de restaura-ción. Tan sólo comentaremos de ellas las posibles fases andalusíes, remarcando el adjetivo “posibles” puesto que en ninguna de estas dos localizaciones se ha corroborado la estratigrafía de su subsuelo ni tampoco son hitos que se mencio-nen en ninguna fuente islámica. Por último, en el poblado de “Las Coronillas” se han exhumado una serie de estructuras con cerámica pintada del S. XI., áreas de habitación y/o funcionales datadas por C-14.

 

La actual provincia de Cuenca responde, más o menos, a los límites de la antigua Cora de Santavería islámica, una de las demarcaciones de la Marca Media o  al-Tagr al-Awsat , que responde a lo que fueran los antiguos obispados visigodos de Ercávica, Segóbriga y Valeria. Los Banu Zennun, nombre beréber arabizado como Dil Nun, constituyen el linaje que no sólo se hará con el control de la cora, sino que también fundará el Reino Taifa de Toledo tras la caída del Califato. Su presencia en la zona es muy antigua según algunos autores, pues se remonta a los inicios de la conquista musulmana (Almonacid Clavería, 1988 y Villar García, 2002). Pertenecían a la tribu de los Hawwara, de la que pronto se destacan. Concretamente,  Al-Samh se asentó en la  Aqqala u Oqlaqa o Quela- sa ( Ibn Hayyan, 1937: 173), que podemos identificar con el despoblado vecino a Alcalá de la Vega, aunque posiblemente su torre no sea producto de estos momentos iniciales. Se asentaron por otros enclaves de la Sierra de Cuenca entre los que también está Walmu (Huélamo). Desde allí, constituyeron uno de los gobiernos casi autónomos de la Marca. Nominalmente, los Banu Zennun y otros linajes similares (Banu Razim, Banu Abdus, Banu Azzum, Banu Faray, Banu Gazlum…) seguían bajo la autoridad del Emirato de Córdoba y después del Califato, aunque no se caracterizasen precisamente por una lealtad incon-dicional. Serían conocidos estos linajes y caudillos como “emires de frontera” o

umara tagr

(Ortega Ortega, 2006).Los Banu Zunun pronto bajaron de las montañas y se interesaron no solo por las llanuras de la Mancha. El hecho de que el emir cordobés Muhammad I nombrara a Sulayman Dil Nun su Wali de Santaveria no era más que un reco-nocimiento de facto de su independencia y poder. Era el año 873, y el territorio de la Mancha Alta conquense ya estaba bajo control, pues en esa fecha, uno

de sus hijos al – Fath b. Musa ya estaba asentado en la alcazaba de Madinat Uklis, la actual Ucles. Quizá de esta época puedan ser unos restos de encofrado de tapial que aparecieron embutidos en uno de los muros de cierre del Castillo Nuevo del Maestre Alonso de Cardenas. Pero sus ambiciones iban más lejos, pues este último Musa tomará Toledo en el año 888, reteniéndola once largos años (Almonacid Clavería, 1996). Su hijo Mutarrif fundaría la alcazaba de Wabda (Huete) en el 908, estableciéndola momentáneamente como capital de distrito. Pero el linaje fronterizo no sólo tendría que competir con el poder central, sino también con otros homónimos rivales y vecinos. Sabemos que en el año 927, los Dil Nun fracasaron al intentar apropiarse de Surita o, si se prefiere, la  hy  Zorita de los Canes, centro principal de los Banu Abdus. En la lectura estratigráfica del “Molino de Alcázar del Rey”, infraestructura de tracción eólica tradicional edificado sobre los restos de una torre medieval, nos llamó atención la relación de las UEM 1 y 2. La primera es una fábrica de sillería escuadrada, aunque no lo aparenta debido al desgaste del material. La piedra de toba es una materia prima fácil de trabajar, pero también acusa mucho el paso del tiempo. Las medidas de sus piezas: 71 x 35, 60 x 35, 47 x 35, 40 x 24 y 50 x 24 cm. La junta es de unos 4 cm. La UEM 2 no goza de una sillería tan cuidada y sus piezas apiconadas están más cerca del concepto de mampuesto - de ahí el uso de ripias-. El hecho de que se emplee el mismo mortero de yeso con intrusiones de mármol en ambas unidades, certifica la pertenencia a un mismo momento constructivo.Es precisamente esta clase de ligante lo que alertó nuestra percepción cien-tífica. Es idéntico al identificado en el Castillo de Cuenca en las fase I y II is-lámicas (Muñoz García y Domínguez-Solera, 2010). Si a eso unimos la planta circular, la posición estratégica en que se encuentra este cuerpo de edificación y las semejanzas con las atalayas califales talaveranas, madrileñas y sorianas, cobra fuerza la posibilidad de que estemos ante una antigua atalaya del S. X, tal vez con uso durante la época taifa. Tengamos presente que los antiguos mapas catastrales sitúan Alcazar del Rey como encrucijada de caminos que comunican las citadas WabdaMadintal y Uklis, y el territorio que entonces dominaban los mentados rivales Banu Abdus. De confirmarse, esta cronología para la denominada fase I del “Molino de  Alcázar del Rey”, estaríamos ante otro ejemplo de la islamización refinada que sufrió el territorio de los Banu Zennun o Dil Nun. En otros foros ya hemos defen-dido que califas como Abderramanh I o Alhaken II desarrollaron una política de seducción en las suntuosas recepciones en Medina Azahara, donde era imposi-ble que los emires de frontera se sustrajesen del deseo de emular el lujo que allí se destilaba. Los artesanos y redes comerciales que los gobernantes cordobe-ses podían proporcionar fue un vínculo más eficaz que el hierro descubierto de espadas y lanzas (Muñoz García y Domínguez Solera, 2010). Consecuencia de ello, Santavería experimentó un notable desarrollo que se reveló no solo en el afianzamiento de los Iklim o cabezas de amal, sino también con el desarrollo de pequeñas poblaciones que explotaban el campo circundante. 

Respecto a estas última podemos citar la excavación de la Muela en Noheda donde el enlosado de la UE 4 y 5 deparó cerámica en verde califal que situamos en el S. X (Domín-guez Solera y Muñoz García, 2012)Dada su brutal asimilación al mundo cristiano, son pocos los restos arqui-tectónicos que podrían hablarnos del desarrollo de las medinas.

No obstante, podemos advertir la construcción de la muralla que rodea Huete como síntoma elocuente de ese proceso de desarrollo; su primera fase en tongadas de tapial ha sido identificada como emiral-califal (Retuerce Velasco, 2009). En similar composición se levantaría la cerca de  Al Balira (Valeria), de la cual sólo se con-serva una torre adscrita a este periodo. Pero quizá la gran consecuencia fue la fundación de Madinat Kunka o Cuenca Capital, donde vemos que su cerca se construye a partir del gran torreón del actual Castillo en grandes bloques, la mayoría colocados en tizón (Muñoz García y Domínguez-Solera, 2010). Los mismos bloques también son empleados en el palacio hallado recientemente en la Plaza de Mangana (Valero Tévar, 2010). Ello revela una industria cons-tructiva que tuvo que estar dotada de potentes medios de extracción y eleva-ción, seguramente derivados de la tecnología utilizada en las construcciones palatinas de Córdoba. El método trascenderá lo técnico y se convertirá en un símbolo identitario del poder y cultura islámica. Pensemos que en la Alcazaba de Huete también se exhumo parte de un paño similar en un sondeo de los años 80 del S. XX. Lo destacable es que Cuenca enlazaba todo el territorio de La Mancha con la Serranía Alta, que a su vez hacía de puente o colchón con el territorio de los Banu Razim, con sede en la misma Albarracín. Pero una interpretación quizá más compleja es la articulación del territorio de la llamada Serranía Baja con Shark  Andalus

 o la región del Levante. Allí, los ríos Turia y Cabriel eran la vía na-tural por la que bajaba la madera que servía para las construcciones de barcos en los astilleros mediterráneos. El ceutí al-Idrisi es claro en su testimonio:

Se cortan los árboles y hacen descender por agua sus maderas por el río   Quelaza que es el Cabriel hasta Alcira, desde donde desciende el mar 

                         ( Los textos originales no dicen el río Quelasa, sino el río de Quelasa)

. Además, sabemos que en siglos posteriores se explotó el hierro, además de las extracciones de plata, cobre y jaspe amarillo y rojo. Está todavía por confirmar si estas “minas” ya se conocían en época islámica, pero es factible pensar por el momento que

así fuera (Huelamo y Solías, 1996). Sin duda, la creación de la gran

Madinat Al Qanit

o Cañete con sus monumentales puertas se explicaría por el control de estos recursos. En la “Torre Barrachina” de Villar del Humo se han localizado dos hiladas so-bre los bajos de la construcción del cuerpo de fábrica II o alzado Oeste. Consis-ten en una fábrica de sillares apiconados con piezas no enteramente escuadra-das, pero sí buscando la forma cuadrangular. Constituyen los esquinazos UEM 1 y 2, junto al paramento UEM 3. Sus componentes tienen unas dimensiones de 101 x 32, 48 x 34, 80 x 39, 75 x 40 y 60 x 43, siendo la junta de unos 5 cm. y haciendo uso de ripias tanto para calzar como para unir las suturas verticales. Este tipo de aparejo es el que presenta la gran torre del Castillo de Cuenca. Con-cretamente su UEM 48 está ligada con mortero de cal, junta de 8 cm y piezas de caliza rosácea 65 x 24, 31 x 45, 60 x 37, 59 x 27 y 58 x 48 cm. El alzado posterior de la propia “Torre Barrachina” corresponde a redificaciones cristianas, pero las unidades murarias inferiores nos permite relacionarlo con otras similares estruc-turas cercanas: Alcalá de la Vega, la “Torre de Abengamar” en Fuentelespino de Moya, la de Henarejos y la “Torre Ranera” en Talayuelas, estás dos interpretadas como islámicas (Canorea Huete, 2006). Las comunicaciones no sólo crecerían en torno a éstas torres, sino que se integrarían también con el  hisn Landit  o Landete, con las aldeas o alquerías de Ar Rayahin y Rubwa (Huélamo y Solías, 1996), Algarra, Henarejos y Pajaroncillo (Puch, Martín y Negrete, 1986). Todas ellas están más o menos enlazadas, como muestra un mapa de la Provincia de Cuenca de 1781. Aparte, tenemos que añadir entre  al Qannit  y Walmu

 las alque-rías Valtablado, Valdemeca y Beteta.

Pero volvamos a las torres citadas y a su relación espacial: la lejanía entre las mismas impide una comunicación visual directa, por lo que tenemos que descartar que sean simples atalayas de señales. Debemos entenderlas, más bien, como refugio con la misma función primigenia que los Husum, sólo que el caserío está dispuesto en torno a ellas y no dentro de un recinto. A favor de esta teoría: se aprecian restos de estructuras siempre en torno a ellas. En realidad, podemos identificarlas con la definición más sencilla de  bury : torre aislada o vinculada a un recinto, en torno a la cual se desarrolla un núcleo de población (Zozaya Stabel-Hansen, 1996). Con la implantación de administraciones más centralizadas en torno al linaje de los Dil – Num, es muy posible que algunas de estas torres adquirieran fun-ciones más oficiales, guardando la explotación de los recursos y, por supuesto, fiscalizándolos. Sería pues cuando, bien por intervención directa de los umara  – tagr o simplemente por influencia voluntaria, se echara mano de las cuadrillas de alarifes que tenían la tecnología suficiente para mover los grandes bloques que conforman los bajos de la “Torre Barrachina” o también los de la “Torre de  Abengamar” de Fuentelespino de Moya. Con la Fitna y los Dil Num convertidos en reyes de la Taifa de Toledo, el anti-guo territorio de la Cora de Santavería no parece decaer, sino todo lo contrario a la luz del panorama que presentan las fuentes materiales. Posiblemente, los nuevos monarcas no se olvidaron de su tierra de origen. Cuenca capital, por ejemplo, ve como se amplía su solar con un nuevo recinto que baja hasta el Río Huécar (Muñoz García y Domínguez-Solera, 2010). Se convierte Cuenca en cabeza de la región, levantándose su alcazaba en torno a la vieja torre de tizo-nes de su actual castillo, lo cual denota un interés por asegurarse su posesión, dado que su valor estratégico - como paso hacia la Sierra - no decae. Más bien aumenta. Reflejo de esta época es, para nosotros, el contexto documentado en el ya-cimiento de “Las Coronillas”, donde una fecha obtenida por C- 14 en un hogar (UE 103) arroja fechas en torno al año 1000 (LTL12470A, Centro di Datazione e Diagnostica dell’Università del Salento). Además, el conjunto cerámico que hemos obtenido en la UE 201 y 202 de la Unidad de Excavación III del mismo yacimiento corresponde a vidriados y cerámica común con decoración pintada fechada en el S. XI. Pero lo más interesante de todo ello, es que las fechas de “Las Coronillas” coinciden con la construcción de las tenerías halladas en el yacimiento de “Co-rrales de Mocheta”, también fechado en el S. XI y donde las últimas investiga-ciones dejan claro que el establecimiento estaba situado en plenas rutas de trashumancia de ganado ovino (Molero García, Gallego Valle y Valero Tévar, 2012). Buena parte de la lana allí procesada vendría de la Sierra, zona en la que se asienta el citado poblado de “Las Coronillas”. En medio, estaría la propia Cuenca, de la cual sabemos que consiguió desarrollar importantes industrias artesanales de alfombras y marfiles. Quizá el haber conseguido articular econó-mica y socialmente geografías tan dispares como la Sierras y la Mancha Alta, sea el mayor éxito que podemos atribuir a la Dinastía de los Dil Nun.  Aquí no hay espacio para profundizar más sobre temas de Arqueología Es-pacial, del Paisaje y a relacionar más el registro arqueológico con los aconteci-mientos históricos conocidos sobre esta parte del territorio andalusí. Para más detalle nos remitimos a lo que hemos expuesto ya en otras publicaciones ante-riores y nos reservamos información para futuros trabajos concretos. El valor e intención de lo expuesto aquí es advertir sobre las posibilidades que ofrece la in-vestigación de este tema y demostrar que disponemos de casos arqueológicos suficientes para trazar una semblanza sobre el territorio de la Cora de Santavería para todos los periodos de su evolución y analizarlo a todos los niveles: econó-mico, social, urbanístico, político, militar y, por supuesto, simbólico e identitario.

Bibliografía

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 TORRES EXENTAS

jOSÉ RAMÓN RUIZ CHECHA

Año 2000